Pedro Ximénez Abrill Tirado, por José Manuel Izquierdo König

para acompañar la publicación en 2021 de los tres Divertimientos concertantes opp. 43, 52 y 59 de Pedro Ximénez editados por Gabriel Schebor con Tecla Editions

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Los tres Divertimientos concertantes de Pedro Ximenez Abrill Tirado en esta edicion

El descubrimiento de la obra de Pedro Ximénez, a comienzos del siglo XXI, es sin duda uno de los hallazgos musicales más importantes de las últimas décadas. Hablamos de más de 600 obras, de distinto formato y tamaño, conservadas en manuscritos originales de uno de los músicos más reconocidos de sudamérica en el siglo XIX, pero de quien hasta ahora sólo teníamos detalles escuetos en la prensa y en comentarios de sus contemporáneos. Hoy, es posible reconocer que Pedro Ximénez es un caso raro en la música latinoamericana de su tiempo, en la cual la mayoría de los compositores sirvieron principalmente como maestros de capilla catedralicia. Si bien Pedro Ximénez también sirvió de maestro de capilla, entre 1833 y 1856 en Sucre, Bolivia, en realidad el grueso de su obra es música instrumental, de salón, orquestal y vocal, que nada tiene que ver con el mundo de la religión. ¿Cómo explicar este fenómeno, tan único para la América de su época?

Pedro Ximénez nació en 1784 dentro de algunas de las familias más aristocráticas de Arequipa, la mayor ciudad en el sur de Perú, a fines del periodo colonial español: los Ximénez, por su padre; los Abrill, por su madre; los Tirado, por sus padrinos. Al no estar sus padres casados, Ximénez debió llevar el apellido Tirado por largos años, pero con el tiempo comenzó a asumir también los de sus padres, consolidándose en su madurez como Pedro Ximénez Abrill Tirado, nombre con el que firma la mayoría de sus partituras.

Sabemos poco de sus años de infancia y juventud, en Arequipa. La gran mayoría de su música de este periodo es instrumental y solista, y podemos asumir, por tanto, que fue compuesta para ser interpretada por un núcleo de músicos cercanos a él. Era muy cercano a Andrés Bolognesi, maestro de capilla en Lima, así como de los músicos de la Catedral de Arequipa, como Lorenzo Rojas, quienes seguro participaron de esta música. De este periodo son buena parte de sus sinfonías, y probablemente una parte importante de su música de cámara y algunas de sus obras solistas para guitarra. Al menos en la década de 1820, sabemos que Pedro Ximénez organizaba conciertos en su casa, y algunas de estas obras fueron interpretadas en conciertos en Lima en esos mismos años.

Pero también hay que imaginar el contexto de esta obra. Los años entre 1810 y 1826, al menos, fueron de enorme crisis para la vida peruana y americana, sumida en las guerras de independencia. Mariano Melgar, poeta y amigo de Ximénez, murió fusilado en la lucha, y Ximénez mismo escribió canciones patrióticas y una tonadilla El Militar Retirado y la Patriota Pastorcita que representa también esos años en forma de comedia con música: su último número, lleva por título “Viva la libertad”. Es probable que Pedro Ximénez la haya compuesto, en esos años, para la visita de Simón Bolívar a Arequipa, en que se presentaron diversas obras alegóricas en su honor.

En medio de una crisis económica, del movimiento de ejércitos, y de la pérdida de vidas, Ximénez escribió entonces una parte importante de su obra musical. Tras la independencia, Ximénez asumió como profesor de música en colegios de Arequipa, y su presencia activa en la ciudad le acercó a políticos e intelectuales, entre ellos Andrés de Santa Cruz, quien buscaba unificar Perú y Bolivia en una sola gran nación. Como parte de este proyecto, en 1833 Santa Cruz invita a Ximénez a viajar a Sucre, capital de Bolivia, para instalarse como maestro de capilla de la Catedral y maestro de música de los colegios locales. Pero el fin del gobierno de Santa Cruz, y la ruptura definitiva entre Perú y Bolivia en 1839, dejaron a Ximénez en un complejo lugar político.

Sin embargo, Sucre le deparó a Ximénez otras alegrías, incluyendo numerosos estudiantes, y amistades nuevas que marcarían su vida, en particular con el violinista y compositor español Mariano Rosquellas, radicado en Bolivia desde 1834 y uno de los primeros promotores de Rossini en América del Sur. Ximénez, entusiasmado por este ambiente cultural, y reconocido como una figura cultural predominante en Bolivia, no retornó nunca más a Arequipa, su ciudad natal: en Sucre siguió sirviendo como maestro de capilla de la Catedral hasta su muerte, en 1856. Su hijo, y muchos alumnos, se transformaron en figuras claves de la vida musical boliviana hasta entrado el siglo XX.

No habiendo un mercado que permitiera imprimir partituras, casi toda la obra de Pedro Ximénez se conserva en manuscritos, pero el volumen y el nivel de esa música, ha resultado una sorpresa indiscutible. Las sinfonías, 40 en total, cubren buena parte de su vida. Las primeras (hasta la número 10), tienen más bien un estilo galante y casi barroco, pero las posteriores entran directo al espíritu clásico, hasta las influencias de Rossini en las últimas obras compuestas, probablemente, ya en sus años en Bolivia. Su obra religiosa incluye decenas de himnos breves, pero también enormes composiciones para las grandes ceremonias religiosas, de media hora o más de duración. Su música de cámara, especialmente bien escrita, incluye varios cuartetos de cuerda, así como también quintetos y sonatas, entre otras obras.

Su obra para guitarra destacada especialmente, siendo Ximénez mismo guitarrista. En ella, además, se refleja con más fuerza que en el resto de su música, un intento por dialogar con estilos, melodías y ritmos propios de la región andina, como el yaraví, el triste y el gallinacito. Sus tres divertimentos para pequeño conjunto instrumental y guitarra/s, son un aporte importantísimo al repertorio de cámara con guitarra del periodo clásico romántico, y sólo puede lamentarse la perdida de al menos tres divertimentos más que no se han conservado. Tampoco se ha conservado (hasta donde sabemos) el cuarteto de cuerdas con guitarra, o los dúos concertantes con guitarra y cello, obras comentadas por el compositor en su propio catálogo de obras, pero como contraparte conocemos buena parte de la música solista para guitarra, incluyendo diversas piezas breves y dos sonatas.

El estilo musical de Pedro Ximénez, aunque claramente cosmopolita, genera una combinación particular de influencias locales y europeas. Conocemos parte de su biblioteca personal de música europea, que nos permite reconocer las influencias más marcadas en su estilo. Ximénez tiene una cercanía profunda, por una parte, con el clasicismo de Haydn, el gran referente de su tiempo. Pero, por otro lado, Ximénez tiene un interés más específico por compositores que prolongaron la estética de Haydn hacia el siglo XIX, como Adalbert Gyrowetz. La influencia en su obra, en particular, del estilo “concertante” francés, es más particular, con cercanía a Pleyel, pero también a compositores hoy menos conocidos, como Davaux. Sabemos que admiraba la música de Fernando Sor, pero también que muchas veces intentó explícitamente superarla, o ir más allá de ella, en lo técnico y lo estilístico. Finalmente, la influencia de la ópera italiana de compositores como Cimarosa y Paisiello, pero posteriormente también de Rossini, es también evidente en sus composiciones.

Ximénez, hoy, puede ser reconocido como uno de los compositores más relevantes, representativos y prolíficos de América durante el siglo XIX. Su música transita no sólo entre el espíritu clásico y la lógica del compositor romántico e independiente, sino que también entre servir a la estructura colonial española y luego al nuevo espíritu independiente y republicano. Viajando entre Perú y Bolivia, como nuevas naciones americanas, la música de Ximénez conecta la región andina, y da una voz no solo a un interés moderno y cosmopolita, sino también a melodías, ritmos y estéticas profundamente locales: como dice él en algunos de sus títulos, “al gusto peruano” o “en estilo americano”. Hoy, doscientos años después, Ximénez puede volverse también, finalmente, parte del repertorio de la música de concierto occidental de la que, desde su lugar en las Américas, siempre se sintió parte.

Los tres Divertimientos concertantes de Pedro Ximenez Abrill Tirado

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